Esta mañana he empezado a leer A la sombra de Lilith, un librito de Carmen Posadas y Sophie Courgeon que, como reza el resumen de su contraportada, me invita a "un fascinante viaje a través de la historia de las mujeres y su lucha por la igualdad". Sus páginas parten del relato hebreo de Lilith, primera esposa de Adán, una historia que subyace en la mayor parte de los libros de ficción que tratan, de un modo u otro, el tema de la igualdad de género como Las nieblas de Avalon (libro que recomiendo porque parte de la leyenda del rey Arturo pero va más allá y centra su argumento en la lucha que mantuvo el recién nacido cristianismo por imponerse al "paganismo" y, aún más, la lucha casi prehistórica de las sociedades matriarcales contra el patriarcado que acabaría por imponerse); El ocho y El círculo mágico, ambos de Katherine Neville e, incluso, El Código Da Vinci que, aunque sea una bazofia literaria, no deja de tener su interés.
A la sombra de Lilith es un libro que, cosas de la vida, compré en Madrid allá por el año 2004 pero que, hasta hoy y pese a que el tema me interesa enormemente, no había empezado. Las primeras páginas ya prometen y le dedicaré un post entero nada más terminarlo pero, hoy, me gustaría dejar un pequeño fragmento de Virginia Wolf (Una habitación propia, 1928) que me parece muy inspirador y que, creo, define un bien entendido feminismo.
"Sería una lástima terrible que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o se parecieran físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya pocos, dada la vastedad y variedad del mundo; ¿cómo nos las arreglaremos pues con uno solo?".
Otra cosa es que entendamos que diferencia sea sinónimo de desigualdad.